Diu que diuen

Tanques por la Avenida Europa

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Con su madre cogiéndola de la mano, ambas se dirigían caminando al Colegio Europa. Allí, como cada tarde, estaba su padre atendiendo en el mostrador de la “Asociación de Padres” (como se llamaba entonces). A principio de curso, con sólo 8 años, le habían dejado estar en el otro lado, ayudando con las tareas de organizar los libros de texto, o poniendo precios a libretas, que los socios compraban con descuento.

Pero era febrero, y ese día, por lo tanto, no era el tema. Probablemente se pasaban por allí de camino a otro lugar, al que finalmente no llegarían.

Nada más abrir la puerta de entrada del edificio ya se podía sentir la retransmisión que estaban escuchando en la radio, su padre y otro compañero. Era uno de aquellos camaradas que lo mismo coincidían en el partido como en el sindicato o en la asociación de vecinos. 

Debía ser un acto político importante porque ese día se había llevado la radio de casa y no era un hecho normal.

El locutor explicaba lo que estaba sucediendo en ese mismo momento en el Congreso. Al cabo de unos instantes se oyó a través del transistor el grito de un hombre:

 “¡Al suelo todo el mundo!!!!”

Todos escuchaban con estupefacción. De repente, se sintieron unos cuantos disparos:

“¡¡Volved para casa!!”- les mandó su padre. Él después tardaría algo más en llegar.

Siendo tan pequeña no es que se enterara de mucho, pero sí que pudo captar que el autor de los disparos era un Guardia Civil de cierto rango. Además, decían que un Teniente General del ejército había echado a las calles de Valencia toda una procesión de tanques. Era de lo que se iba enterando a través de la radio que escuchaban sus padres, ya que la tele seguía con la programación habitual.

Al ir encajando las piezas de lo que estaba ocurriendo pudo percibir que la situación suponía cierta preocupación para la familia. Este hecho se acabó confirmando cuando su padre se dispuso a recoger todos sus libros de las estanterías del mueble del comedor para esconderlos en alguna parte recóndita de la habitación. Y también hizo desaparecer aquella foto en blanco y negro de un mitin donde aparecían la Pasionaria y Carrillo, los que por tanto tiempo habían regido imponentes aquella estancia. 

Llegó la hora de ir a dormir, pero no podía conciliar el sueño. No hacía más que pensar en los tanques recorriendo las calles de Valencia y, por esa regla de tres, se imaginaba que, al día siguiente, cuando se levantara, se asomaría al balcón y allí habría también una larga hilera de tanques desfilando por toda la Avenida Europa.

Pero amaneció y la Avenida Europa permanecía como siempre. 

Durante la mañana, el suceso se daría por fallido y finiquitado. La tranquilidad, en cierta forma, volvió al hogar, Pasionaria y Carrillo al comedor.

Montse Abolafia

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