Diu que diuen

Fue casualidad

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Fue casualidad. Volvía de trabajar y no sabía muy bien por qué se dirigió hacia aquel lugar. Llevaba mucho tiempo sin pasar por L’Hospitalet. El antiguo semáforo, situado en la puerta de la antigua escuela de sus hijas, se enrojeció  hasta hacerle parar. Hacía diez años que su hija pequeña dejó la escuela.  Buscó el móvil para ver si el mundo le reclamaba, pero no tenía cobertura. Puso la radio, pero no se sintonizaba ninguna emisora.  

Al levantar la vista algo le paralizó. Por el paso de peatones pasaba la mejor amiga de su hija mayor. Era idéntica a entonces. No pudo parar de mirarla y se le heló la sangre al ver como ella le saludaba como lo hacía entonces.  Apretó las manos al volante. El semáforo se puso en  verde pero ella no podía avanzar. Estaba anclada en el pasado. Al mirar por el retrovisor vio la cara enfurecida de su vecino gruñón de hace diez años. Con la misma cara, con el mismo coche, mientras aporreaba el claxon. Un Guardia Urbano le devolvió al momento. No un Urbano cualquiera. El mismo de hace diez años.  Encaró la calle lentamente mientras  le saludaban antiguas compañeras del AMPA,  tutoras de la mayor y el conserje de entonces.

Al final de la calle se había construido un moderno tanatorio.  Un semáforo  situado en su puerta  se enrojeció hasta hacerle parar. De repente lo entendió todo. Al ver a sus hijas llorar a la entrada del tanatorio, entendió que nunca más volvería a L’Hospitalet, Ni quizás a ningún lugar.

JC Jiménez

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