Diu que diuen

El Oasis

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Mi amigo Juan me solía contar cómo había llegado a parar al Oasis, que era como llamábamos al pequeño espacio donde vivía entonces.

Él era una persona que diariamente frecuentaba los escasos espacios verdes que aun quedaban en la ciudad. Esa era su gran afición y pasaba la mayor parte de su tiempo en ellos. La zona que más le gustaba era la del parque sur. Allí acudía con su bicicleta y pasaba las horas pedaleando y reconociendo todo tipo de plantas. Se sabía los nombres de casi todas ellas. Así pasaban los días…

Pero uno de aquellos días, al llegar a su parque, estaba todo vallado, impidiéndole la entrada. Un inmenso cartel de una promoción urbanística presidía ahora el espacio. La imagen no fue agradable, pero pensó que allí vivirían nuevas familias que serían felices en el barrio. Agarró su bicicleta y se lanzó hacia el parque norte que, aunque hacía ya algún tiempo que no iba, sabía que era muy grande y bonito, con mucha vegetación. Allí podría seguir disfrutando del entorno y de su afición por las plantas. Desgraciadamente, al llegar al lugar, encontró las obras de lo que iba a ser un gran campo de fútbol en el que disputaría sus partidos el equipo profesional de Hospitalet.

Eso ya le trastocó bastante los planes y su rutina diaria. Ya no había más lugares ajardinados en la ciudad. Cabizbajo comenzó a andar, un poco sin rumbo fijo entre los bloques de pisos, las calles repletas de coches, el ruido de los camiones, un calor sofocante y la maraña de gente que iba y venía de forma apresurada. Al levantar la vista, bastante desquiciado ya, vió un par de árboles que asomaban en una pequeña edificación antigua que parecía deshabitada. Y para allá que se fue. El lugar tenía un patio con plantas que crecían por todas partes. Entre ellas, una mesa redonda y banquitos donde poder relajarse. Poco a poco lo fue acondicionando a su gusto, plantando y regando cuidadosamente. Invitaba a sus amistades a pasar buenos ratos en compañía, allí charlábamos durante horas. 

La última vez que fui a visitarlo ya no lo encontré. El edificio había sido derruido y el jardín había desaparecido. Lentamente me fui para mi casa. De camino pensé lo paradójico que era que Juan hubiera llegado al Oasis porque hacían edificios en su parque y tuviera que marchar porque derrumbaban el suyo. Ya no lo volví a ver más. Me gusta pensar que ahora vive en un pueblo lejano, rodeado de verde hasta donde le llega la vista. Eso no te lo podrán quitar. Corre Juan, con tu bicicleta.

David C.

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