Microcontes

Basura

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Z3010 no había pasado nunca por algo así. Había oído que podía ocurrir, pero una cosa es que te lo cuenten, y otra, estar ahí. No es que fuera malo estar envuelto en llamas. Ni bueno. Al fin y al cabo z3010 era un contenedor de basura y transitaba entre suceso y suceso sumido en la fría racionalidad que le confería su estructura de PVC y metal y su estricta formación como equipamiento público al servicio de las personas.

Poca gente lo sabe, pero los containers acuden a una academia donde aprenden a desempeñar su rol en la sociedad.

Allí se les forma para recibir desechos que, por estar en mal estado o ser insalubres, ya no sirven para cubrir necesidades humanas, cumpliendo así una importante función higiénica.

Pero al igual que en otras instituciones educativas, las enseñanzas teóricas impartidas no bastan para que el alumnado salga totalmente preparado para lo que luego encuentran en el mundo exterior.

Compañeros de anteriores promociones explican que son muchas las personas que, en lugar de depositar algo, lo que hacen es recoger lo dejado por otras. Entre los contenedores no se acaban de explicar qué clase de malentendidos o desacuerdos se tienen que estar dando cuando se distribuyen las cosas entre las personas para que la comida o la ropa necesaria no llegue de unas a otras sin que un contenedor tenga que ejercer de intermediario: “no es nuestra función”, dicen algunos; “es como si a mí me ponen 6 ruedas y a mi compañero le dejan con dos” comenta otro en clase de ética, los martes de 11 a 12.

En psico-herramientas, la última clase de los viernes, les preparan para soportar el trato que recibirán en las calles una vez acaben la etapa formativa. Saben que algunas personas torcerán el gesto y exclamarán “qué peste” al pasar junto a ellos. Otras les orinarán encima o les harán pintadas. Saben que las personas pueden establecer vínculos sentimentales con un coche o con el ateneu del barrio, pero nadie confiesa haberle cogido cariño a un container.

Saben que tendrán que soportar esas y otras cosas. Pero saben también, por historias que algunos consideran simples habladurías que, de tanto en tanto, el bienestar de los contenedores pasa a ser una cuestión importantísima para las personas. De repente, muchas conversaciones giran en torno a si se han volcado algunos o si unos pocos han aparecido quemados.

Y hoy, tras horas en medio de una batalla entre policías y jóvenes, z3010, envuelto en llamas, sospecha que detrás del repentino interés por los containers hay mucha miga.

Después de años destinado en l’Hospitalet, ha comprobado que, efectivamente, son muchas las personas que recogen de su interior lo que otras desechan. Y, lo que es peor, ha entendido que eso no ocurre por malentendidos puntuales sino como consecuencia directa del sistema económico que rige la vida de la gente.

Comprende que quienes le han prendido fuego, no solo lo han hecho para usarlo como protección frente a los ataques violentos de los policías. Le han utilizado, sobretodo, como transmisor de un mensaje, un grito hecho imagen. Y le gusta, “soy un símbolo”. El que arde es él, pero las que están quemadas son esas personas.

Gente quemada a la que nadie hace caso, prendiendo fuego a contenedores a los que nadie hacía caso cuando no estaban quemados. Ni siquiera cuando asomaban de ellos las piernas de una persona que buscaba comida.

Las llamas como llamada de atención: mirad a los containers, mirad a las personas, antes de que todo arda.

J. Vinagre

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